ROSE
Mi nombre es Katherine Bane, desde que nací mis padres se separaron, hasta la edad de siete años viví con mi madre, pues ocho días después de cumplir los siete años mi madre falleció, después de que esto sucediera fui a vivir con mi padre, al principio no quería, no le hacía caso, me encerraba en el cuarto a llorar por horas hasta que me dormía, me negaba siempre a que mi madre hubiera fallecido, y me negaba aún más a que me cuidara mi padre, siempre pensé que era un mal hombre por dejarnos a mama y a mí, odiaba la idea de que tendría que vivir con él hasta que fuera mayor de edad, a medida que iba pasando el tiempo, superaba la muerte de mi madre, y también hablaba más con mi padre.
una noche descubrí a mi padre llorando al pie de la cama, encima de sus piernas tenía una caja y en sus manos unas fotografías eran de él y mi madre el día de su boda, esa noche supe que mi padre no nos había abandonado porque si, detrás de todo ese teatro había algo oculto, desde ese momento empecé a odiarlo menos, pasaba más tiempo con él, charlábamos y le pedía consejos, nunca fui lo suficientemente valiente para preguntarle porque lloraba cada mes el día de la muerte de mi madre mirando esas fotografías, nunca me sentí lo suficientemente valiente para saberlo, sabía que con esa revelación vendrían unas verdades que me afectarían mucho.
Nuestra relación padre e hija mejoro mucho éramos muy unidos viajábamos juntos, salíamos al cine, cocinábamos, siempre solíamos ir todos los fines de semana a una casa del campo, cada vez intentaba ser un mejor padre para mí y a veces solía también cumplir el papel de madre, pues intentaba darme consejos de moda, aunque eso era lo peor que solía hacer, su sentido de la moda era muy malo, siempre me acompañaba a los centros comerciales, cada noche después de llegar de su trabajo, me traía un regalo, no siempre eran cosas caras, a veces solía traerme algún dulce, y siempre lo acompañaba de una rosa, siempre que me sentía mal llegaba con un pote grande de helado y se sentaba conmigo en el sillón a comer, y me daba consejos, también contaba sus chistes malos con tal de hacerme reír.
El 13 de abril llego mi cumpleaños número dieciocho y con él una noticia que me dejo devastada, ese día llegue temprano a casa, pues en la universidad la mayoría de los profesores habían cancelado las clases, ese día esperaba sorprender en la cocina a papa bailando al ritmo de Elvis, con un delantal lleno de harina cocinando una torta, para darme después de llegar de la universal, pues eso lo hacía cada año, siempre que llegaba a casa después del colegio o ahora la universidad, estaba en el comedor , el pastel en la mesa con la cantidad de años en velas, y el, vestido en un traje elegante y en sus manos un ramo de rosas rojas, de fondo una música lenta, y esperaba que este año me entregara mi vestido rojo, que me había encantando en aquella tienda el fin de semana pasado que habíamos salido, esperando a que me lo pusiera para salir a cenar como cada año, su princesa y el rey.
Al llegar a casa, no había nadie en la cocina y al parecer tampoco en casa, eso me desilusiono un poco, el teléfono fijo resonó por toda la casa
- Si?- conteste extrañada pues a este teléfono casi nunca llamaban o por lo menos no a esta hora
- Katherine? –pregunto al otro lado del teléfono la voz de una joven muchacha
- Si con ella, en que puedo ayudarla
- Habla Elena, del hospital central, su padre se encuentra aquí y nos pidió que le avisáramos para qué viniera
- Se encuentra bien, que le ha pasado-digo en un tono preocupado- ya salgo para allá –cuelgo.
Salí deprisa al hospital, intentado no chocar y pensando siempre lo mejor, que solo había ido para hacerse un control por que había recaído, pero como todas las veces estaría bien. Tal vez solo necesita que lo traiga de vuelta a casa, luego de 20 minutos de camino logro llegar al hospital entro a toda prisa, justo cuando veo a Elena corro hacia ella, me dice que antes de pasar a ver a mi padre y recibir noticias de como esta, me entrega una carta con tres rosas encima, y me dice que era una petición de mi padre que la leyera antes de verlo, salgo del hospital y busco una banca al ya estar sentada abro la carta y leo lo que dice adentro:
“Querida hija, primero que nada quiero contarte porque nunca con
tinúe con tu madre sé que quieres saberlo, pero tienes miedo a que tanto puede afectar esto tu vida, pero necesito que sepas esto, necesito que sepas toda la historia y que nunca fue mi intención dejarla, porque como te pudiste dar cuenta cada número del día de su muerte lloraba al pie de mi cama con sus fotografías en mano, como sabias tu madre sufría una enfermedad que necesitaba un tratamiento demasiado costoso y yo no podía pagarlo, me dolía ver como tu madre sufría todas las noches porque no recibía todo apropiadamente, estaba desesperado y no sabía que más hacer así que decidí pedirle ayuda a sus padres, ellos tendrían el dinero suficiente para hacer los tratamientos, pensaba que al ser sus padres la ayudarían, y así lo hicieron pero me dijeron que me tenía que alejar de ella y de ti, que tendría que olvidarla y dejarla seguir su vida que no los contactara nunca más, desesperado por el sufrimiento de tu madre decidí aceptar el trato, e hice lo que ellos dijeron me aleje, la deje allí contigo, luego de un tiempo me llego una carta de sus padres diciéndome que todo estaba bien , que tu madre había mejorado, que tú estabas bien, estaban felices y no necesitaban de mí, pensé que había hecho lo correcto, que era la mejor decisión que pude tomar, pero cuando Elena me llamo del hospital diciendo que tu madre había vuelto a decaer y los medicamentos y tratamientos no estaba funcionando, supe que había cometido el peor error de mi vida dejarlas, ese día Salí corriendo al hospital y con ayuda de Elena logre entrar a la habitación de tu madre, verla allí acostada en esa camilla conectada a ese montón de máquinas me partió el corazón, al verme sonrió una sonrisa de felicidad que jamás había visto en ella, ese día me hizo prometer que cuidaría de ti, que no dejaría que sus padres te educaran a su manera, que te diera todo el amor que pudiera, que me amaba y entendía lo que había hecho, esa día recibí tu custodia luego de eso tu madre se despidió de mí y me dijo que me amaba a pesar de todo y que tú eras nuestra princesa, esa princesa que cuidaría hasta mi último aliento, el día que llegaste a mi vida no sabía que hacer nunca te había tenido, no sabía que te gustaba pero con el tiempo lo supe, lo que te gustaba lo que no, tus manías raras, tan raras que me encantaban, cuando te empezaste a acercar a mi sentí una felicidad inmensa, y así pasaba el tiempo, cada vez más unidos, hoy en que cumples tu mayoría de edad, lo sé, sé que mi princesa fue educada de la mejor manera, sé que hice un buen trabajo, que cumplí la promesa que le hice a tu madre, te cuide hasta mi último aliento, cuando hayas terminado de leer esta carta estaré reunido con tu madre, viendo como nuestra princesa se convierte en una reina lista para gobernar el mundo y cumplir todo lo que quiere.
Te quiero mi pequeña princesa, mi pequeña rose.”
Guarde las tres rosas en mi bolsillo trasero, doble la carta, seque mis lágrimas y entre al hospital, allí me esperaba Elena me guio a la habitación donde se encontraba mi padre, y allí estaba acostado, dormido profundamente para siempre, me acerque y lo abrace llore encima del como nunca lo había hecho, pensando que ya nunca estaría para consolarme y cuidarme como lo había hecho siempre, al rato llego Elena para decirme que tenían que retirarlo necesitaban dárselo a la funeraria para que lo preparan para su velorio y entierro que iba a ser al otro día.
Al llegar a casa fui a su habitación y encima de la cama había una caja grande blanca, al abrirla estaba el vestido rojo que quería, y dentro de ella una nota que decía:
“tu padre antes de morir me dijo que te trajera este vestido y que por favor te lo pusieras el día de su entierro, y aunque sabemos que al entierro se va de negro, quiere ver a su princesa ahora reina brillar en el vestido que le compro. ATT: Elena “
Ese día me puse mi vestido rojo, unos tacones negros, y un fascinador negro, estando allí al pie del ataúd de mi padre le agradecí por todo lo que hizo, por mí y por mi madre, por a pesar de todo siempre darme el amor y cariño que tenía, le agradecí por educarme de una manera tan linda como la suya, cuando lo estaban bajando me acerque y susurre “ la princesa y el rey por siempre, aunque ahora gobiernes con la reina, te adoro mi gran rey” allí sobre el ataúd deje las tres rosas y con ellas todo mi dolor, porque a pesar de todo mis reyes pueden estar juntos otra vez.
FIN
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